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Foho Chianti Classico Riserva 2015

Este Foho Chianti Classico Riserva 2015 es un tinto ágil, de frutos rojos, cuerpo medio, equilibrada sutileza y súper bebible. Un vino compañero de una lasagna tan acorde al momento que casi no distingo que son dos cosas diferentes. Un vino muy gaucho que desaparece peligrosamente de mi copa, se toma tan fácil que tuve que esforzarme en medirme para que el Tiramisú no quedara solo en la pelea.

A mi alrededor, la Tratoria Gusta Panino explota en gritos, brindis y carcajadas. Soy el único extranjero y me siento como en mi casa, soy uno más, soy esto que me rodea porque es Florencia en el norte de Italia pero podría ser la Boca en Buenos Aires. La pasión por el vino, la comida, los amigos, la familia y la ruidosa forma de disfrutar la vida hacen que los italianos y argentinos seamos literalmente lo mismo; o casi.

La única diferencia concreta que encuentro es el precio de los vinos. El Foho Chianti sale €28 en las vinotecas y lo estoy pagando €28 en una tratoria de Firenze. Para peor, esta no es la excepción. Me ha pasado exactamente lo mismo en todos los lugares donde paré a comer tanto al mediodía como a la noche en distintas ciudades y restaurantes de variado precio y calidad.

Chianti para vivir

Foho Chianti Classico Riserva 2015

En medio de su aroma frutado y su suave palpitar, este Chianti de la Toscana me hizo pensar en lo mal que tratamos a nuestra bebida nacional y a los que la toman. Lugares que recargan los precios en hasta un 300% y comunicadores que ponen a nuestro símbolo patrio en un punto casi inalcanzable para gente de a pie. Sé que resumir a esto el problema del consumo es un simplismo barato, pero también sé que es un paso fundamental para revertir la crisis de la industria.

Si cobramos $300 un vino que al público está $100, ¿cómo vamos a pretender que alguien tome un vino que sale $500 en una vinoteca? Si “los que saben” nos muestran un producto que es tan inalcanzable como levantarse a Sophia Loren o Monica Bellucci (según la edad del lector sabrá descubrir su deidad) en una calle cualquiera, entonces señores estamos bien jodidos.

Soy consciente que nuestro país necesita una reforma impositiva de modo urgente y que los números no dan, pero intentando ganar el 250% en un producto el negocio es inviable.

La diferencia que me duele ver entre nuestros pueblos es la que está en las mesas de los restaurantes, porque a los italianos difícilmente se los vea comiendo sin una botella de vino y sus copas llenas, mientras que a nosotros las gaseosas y las cervezas nos van ganando la pulseara a base de costo y prejuicio.

Yo sueño con más Leonardos Da Vinci o Antonios Berni pintando cuadros maravillosos con su copa de Malbec en mano o trabajadores acompañando los fideos con un vaso de tinto en el bodegón de la esquina.

El futuro es nuestro señores, sólo que necesitamos entender que si lo conquistamos sin vino va a ser un futuro de mierda.

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