Raquis

Raquis, un viaje por lugares

Raquis es el innovador proyecto de Andrés (Mono) Vignoni, Facundo Impagliazzo y Ariel Nuñez Porolli. Pero no es un proyecto cualquiera; es un viaje personal e íntimo, una apuesta por el futuro del vino argentino, un salto hacia lo desconocido.

Días atrás tuve el privilegio de participar del lanzamiento de Raquis. La cita fue en La Vinícola, una de las vinotecas más lindas y con mejor selección de vinos que está ubicada en el corazón del barrio de Palermo, en Buenos Aires.

Raquis representa vinos que hablan de lugares, de la intersección entre suelos, climas y paisajes, pero también de las personas y sus relaciones. Desde un tonelero austríaco que cuida meticulosamente su producto hasta pequeños productores de viñas centenarias, un agrónomo obsesionado con sus plantas y un enólogo que cuida cada detalle, incluso la selección manual de los corchos que sellarán sus vinos.

En Raquis, los varietales son simples vehículos para transmitir un mensaje. Su portafolio está construido desde el terroir. Por ello, cuentan con un vino regional, «Las Bases», que encarna lo que Raquis considera los fundamentos del vino mendocino, elaborado a partir de una selección de viñas centenarias de Luján de Cuyo y viñedos de diferentes edades en Valle de Uco. Luego, presentan vinos de «Parajes» (lo que en Francia se conoce como «Villages»), procedentes de viñedos en Gualtallary, Altamira, Chacayes y San Pablo. Finalmente, tienen un vino excepcional, «Monasterio», que desafía todos los paradigmas.

Es un placer escuchar a Facundo Impagliazzo. Su pasión por la viticultura y la fuerza de su mensaje contrastan con su tranquila y campechana presencia. Facundo conoce los viñedos de Mendoza como pocos. Dedica todo su tiempo a recorrer los caminos de tierra, visitar a los productores, establecer vínculos, asesorarlos y mantener largas conversaciones con ellos. De esas relaciones forjadas a lo largo de los años surge una minuciosa selección de parcelas de viñedos de alta calidad, tanto en el Valle de Uco como en la Primera Zona, que son fundamentales en la creación de los vinos de Raquis.

Para el Mono Vignoni, Raquis representa un regreso a sus raíces, a volver a meter mano y vinificar poniendo en juego toda su versatilidad. En la pequeña bodega, dispone de una amplia variedad de recipientes, desde tanques de mil a cuatro mil litros hasta vasijas de cerámica italiana, barricas de roble francés e incluso fudres de roble austríaco.

Vignoni realiza docenas de microvinificaciones, adaptando el proceso a las características del suelo de cada parcela, con el objetivo de preservar la autenticidad del lugar. Utiliza racimos enteros cuando es necesario y desgrana los racimos cuando lo amerita. A veces, realiza fermentaciones abiertas y otras veces, fermentaciones reductivas, siempre con extracciones infusivas suaves y movimientos limitados, cuidando la fruta y reflejando la identidad de cada paisaje.

Facundo y el Mono eligieron trabajar con viñas viejas, de racimos sueltos y bayas pequeñas, porque entienden que aportan mucho sabor, redondez, fineza, equilibrio y elegancia a sus vinos. No se equivocan. Además, reconocen que los vinos complejos provienen de suelos complejos, y esto influye en la selección de las parcelas de las que obtienen las uvas, priorizando las texturas de taninos finos y estructuras que permitan una maduración adecuada con el tiempo.

En Chacayes, seleccionaron pequeñas parcelas en la parte más alta. El suelo es extremadamente pedregoso, con poco sustrato y piedras angulares recubiertas de calcáreo. Esto se traduce en un vino con textura, aromas a hierbas secas y una ligereza en boca, pero con una sólida estructura.

En Gualtallary, encontraron una parcela en Tupungato Winelands, en el límite entre las subdivisiones conocidas como Albo y Monasterio. El suelo está compuesto por piedras redondeadas con una mayor presencia de calcáreo y un sustrato limo-arenoso. Esto se traduce en una mayor concentración de fruta roja y especias, como el tomillo, y un tanino más apretado, fino y granulado, características principales de los vinos de este Paraje.

Altamira es un blend de dos viñas muy distintas entre sí. Por un lado, una pequeña parcela conocida como «las 37», una viña antigua junto a la calle Contastini, con suelo principalmente limo-arenoso. Por otro lado, unas hileras de la famosa Finca Beth de Enrique Sack, con el típico suelo de Altamira, compuesto por grandes piedras con un sustrato franco-arenoso. El resultado es un vino con mayor estructura tánica, equilibrado por una delicada fruta negra y ciertas notas salinas.

El viñedo de San Pablo es similar al de Gualtallary, pero con un sustrato más profundo. La diferencia radica en el clima, más frío y nublado, lo que se traduce en plantas más vigorosas. De aquí elaboran un Cabernet Franc con un 20% de Malbec, sensual y exuberante, abierto desde la primera copa, con notas de pimentón y toques terrosos que aportan complejidad, junto con una textura en boca aterciopelada y duradera.

Finalmente, el vino que inspiró a Raquis: «Monasterio». Cuando microvinificaron esta pequeña parcela en Gualtallary, comprendieron que estaban frente a algo único. Las notas de violetas secas y cáscaras de cítricos dan paso a una textura apretada y delicada, y un tanino de granos finos. Este vino es preciso, innovador y elegante. Sin duda, un vino que ha llegado para marcar la historia.

El futuro de Raquis es emocionante. Llega de la mano de una finca adquirida en Monasterio, en una de las lomas del Jaboncillo, donde están plantando de manera innovadora, en línea con el estilo que buscan imprimir a Raquis. Tendremos que esperar unos cinco años para ver los resultados de esta nueva aventura, pero podemos decir con seguridad que será algo único y que marcará un antes y un después en la historia del vino argentino.

Bienvenido, Raquis. ¡Salud!

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