Argentina. Este país maravilloso con una geografía inmensa y diversa y una potencia natural que deslumbra a propios y extraños. Argentina, la de las puertas y brazos abiertos que construyó su identidad con sangre indoamericana, europea, asiática. Argentina, la tierra prometida para muchos inmigrantes que llegaron persiguiendo un sueño, el de un futuro mejor para ellos, sus hijos y nietos.
Esta es una historia de descendientes de inmigrantes, de sus sueños y de su homenaje a aquellos que hicieron de Argentina un gran país. Esta es la historia de BIRA.
Santiago y Federico
Santiago Bernasconi no es el típico comercial de vinos. Es mucho más que eso. De formación de base Licenciado en Administración de Empresas, creativo, de espíritu inquieto y apasionado del vino, Santiago entiende muy bien el negocio gracias a su trayectoria que lo ha llevado por todo el mundo, aprovechando cada ocasión para incorporar conocimientos a fuerza de vincularse con productores locales y, por supuesto, de probar y probar muchísimos vinos de cada lugar. Además, tiene una gran sensibilidad a la hora de catar. Sabe lo que quiere y mucho de la impronta de los vinos de BIRA tiene que ver con él.
Santiago está en la industria del vino desde 2002. En su recorrido lideró equipos comerciales, gerenció proyectos vitivinícolas y muchas cosas más, hasta que en 2010 convence a un grupo de inversores de comprar dos fincas en Río Negro y fundan Aniello, bodega emblemática de la Patagonia para la cual desarrolló más de una decena de mercados de exportación.
Federico Isgró es ingeniero agrónomo y enólogo. Su primer trabajo fue en uno de los principales viveros vitícolas del país, lo que le permitió aprender y viajar por el país y por Europa. Luego de cuatro años de aprender sobre viñedos y vinos, se radicó junto con su esposa en Veneto (Italia), más precisamente en Valpolicella – la cuna del Amarone – donde estuvo cinco años. Allí continuó su formación con una maestría en la Universidad de Siena.
En Veneto la experiencia fue muy intensa. Elaboró blanco de Soave, rosado de Chiaretto di Bardolino y Amarone di Valpolicella, todo en una bodega chiquita de 300 mil litros en la que se ocupaba del trabajo integral, desde la dirección técnica hasta palear los orujos. Mientras tanto, realizaba vendimias cruzadas en el hemisferio Sur, más precisamente en la bodega chilena Don Melchor.
Cuando decide regresar a Mendoza, Federico trabajó en una bodega de Maipú y de allí pasó a gerenciar la bodega Chacra, en Río Negro. Al año lo convoca su amigo de la facultad Karim Mussi para sumarse a Altocedro y Alandes. Este fue su último paso antes de BIRA.
La historia de BIRA comienza así…
Santiago y Federico se conocieron en Río Negro, trabajando en diferentes bodegas. Asados, vinos y mucho whisky para atemperar el frío patagónico fueron los cimientos de una fuerte amistad. En 2017, Santiago deja Aniello y se reúne con Federico para desarrollar juntos un nuevo proyecto, pero ya no con inversores de capital, sino uno bien propio y familiar, de esos que desde el vamos se pelea codo a codo con pasión y esfuerzo.
Encontraron muchas similitudes en sus historias, sus recorridos y sus gustos personales. Ambos son descendientes de inmigrantes italianos: El padre de Federico vivía en el sur de Italia, en un pueblito siciliano llamado Messina. Al igual que muchos de sus compatriotas, en 1948 emigró a Argentina buscando un futuro mejor. Los antepasados italianos de Santiago se remontan más atrás en el tiempo: su bisabuelo vino a fines del siglo XIX de Cuomo, al norte de la península. Dos historias de desarraigo y de trabajo, pero principalmente de sueños y anhelos, que hoy confluyen en BIRA.
Además de compartir raíces, ambos conocen profundamente Italia y sus vinos: Santiago por sus innumerables viajes de negocios y de placer, y Federico por haber trabajado allí durante varias cosechas. Los dos tenían bien claro que no querían hacer nada mainstream: «no vamos a hacer un malbec más», se dijeron. Así fue que rápidamente se pusieron de acuerdo en algo que sería la piedra basal de BIRA: desarrollar la Sangiovese, cepa emblemática de la vitivinicultura italiana, como variedad de base en vinos de corte.
BIRA es Bernasconi Isgró República Argentina. Federico deseaba un nombre corto, de cuatro letras, y ahí Santiago apeló a su creatividad para crear la marca que para ellos tiene mucho peso y sentido, incluyendo sus apellidos en lo que es hoy un proyecto de vida. Si bien el driver en común es Italia, Santiago y Federico no buscan copiar el estilo de los vinos italianos.
BIRA es la interpretación que Santiago y Federico hacen de los vinos italianos desde su mirada bien argentina y con el Sangiovese como estandarte.
Hablemos de Sangiovese
La Sangiovese es una variedad muy plástica que del norte al sur de Italia participa en una gran cantidad de DOC de altísima calidad y que Federico conoce muy bien: «En el Veneto elaboré Sangiovese como un componente de las DOC de Valpolicella y Bardolino pero no era lo más gratificante, es un varietal con sus dificultades. Pero probando en otros lugares como Toscana y Arezzo fue donde descubrí todo su potencial».
¿Existen diferencias con el Sangiovese de Valle de Uco? Federico nos cuenta que sí: «El Sangiovese de Valle de Uco tiene una identidad propia porque le va muy bien la altura. Si bien tenemos la referencia de los Sangiovese de la Toscana, Maremma, Chianti clásico o Montalcino, valoramos mucho lo que tenemos acá, la viña vieja, mucho sol, mucha fruta, expresión, intensidad de sabor y una gran calidad».
La Sangiovese llegó a ser la quinta variedad más plantada en el país y en Valle de Uco hubo muchos viñedos antiguos. Los tanos que venían a cultivar la tierra traían sus cepas de Sangiovese, mientras que vecinos de otros países llegaban con variedades más productivas y que aportan más color, como Merlot, Cabernet Sauvignon y Malbec. Poco a poco la Sangiovese fue perdiendo terreno.
«Cuando arrancamos con el proyecto, el INV tenía registrados 20 viñedos de Sangiovese en Valle de Uco. Cuando los relevamos, de los antiguos sólo quedaban tres. El resto habían pasado a ser plantaciones de ajo o fueron remplazados por otras variedades, principalmente Malbec», completa Santiago.
Así fue como dieron con un viñedo de 45 años ubicado en La Arboleda, en Tupungato. Cuando contactaron al productor, estaba en pleno proceso de reconversión a Bonarda. Afortunadamente para la Sangiovese (y para todos nosotros), pudieron convencerlo de detener la erradicación y hoy tienen firmado un acuerdo de exclusividad a largo plazo para intervenir técnicamente en el desarrollo del viñedo.
La Sangiovese es una variedad de ciclo medio/largo con un punto de cosecha desafiante. Cosechado demasiado temprano, esos taninos tan particulares estarán demasiado presentes. Por eso en esa búsqueda de la elegancia, BIRA pone especial cuidado en lograr el punto óptimo más temprano de madurez, de manera tal que el tanino esté lo suficientemente maduro como para obtener un equilibrio entre frescura y estructura.
«Nuestro Sangiovese tiene un perfil aromático espectacular y una concentración de taninos altísima que es ideal para añejar», define Santiago. Una nota muy característica de esta variedad es la de té negro en hebras, y también el tanino se asemeja mucho al que tiene el té negro.
Estas particularidades de la Sangiovese hacen que sea muy importante la elección de las variedades que vayan a complementarlo en los cortes. «En Italia tuve la suerte de probar de todo y lo que más me gustó fue el corte con Syrah y Merlot”, cuenta Federico y agrega: “El Syrah le aporta esa cuestión cárnica, y el Merlot, un filo y una fruta que se destaca muchísimo en el medio de boca. Por eso cuando decidimos arrancar con BIRA sabíamos qué cortes íbamos a utilizar en nuestros vinos y nos abocamos a buscar viñedos antiguos que nos permitieran lograr esa expresión que nos habíamos propuesto alcanzar».
Un porfolio y dos familias: primera y segunda generación
El porfolio de BIRA conceptualmente está conformado por dos familias: los «Primera Generación» representan a sus antepasados italianos que se radicaron en Argentina. Son vinos de corte en los que la protagonista es la Sangiovese y y no tienen Malbec. “Segunda Generación” representa a los hijos de aquellos tanos que nacieron en Argentina y en su composición tienen al Malbec como protagonista y a la Sangiovese como parte importante del blend. Tanto en la primera como en la segunda generación, se suman al corte otras variedades internacionales como Cabernet Franc, Syrah y Merlot.
Primera generación
Las etiquetas que componen la Primera Generación son tres tintos (Rosso D’Uco, Nicolò Brunetto y Bin Otto), un blanco (Bianco D’Uco) y un rosado (Rosa Di Rosso).
“Buscamos hacer algo diferente, por eso elegimos la Sangiovese como representante de nuestro origen italiano y trabajar con esa variedad de base y complementarla con otras. Conocemos muy bien este viñedo y lo elaboramos de diferentes maneras”, cuenta Federico.
En los tres tintos se utilizan las mismas variedades: Sangiovese, Syrah y Merlot y el Sangiovese es siempre el mismo, del ya mencionado viñedo de La Arboleda.
Las diferencias están dadas principalmente en el diseño enológico, que varía tanto en la elaboración como en la crianza. Por caso, la fermentación del Sangiovese para cada vino es diferente. En Brunetto, por ejemplo, se realizan alrededor de 30 microvinificaciones en bins.
En cuanto a la crianza, Brunetto y Bin Otto llevan una guarda del 100% en barricas entre nuevas y usadas, mientras que para Rosso D’Uco utilizan principalmente piletas de hormigón, dejando solamente entre un 30% y un 50% del vino en barricas de más de un uso.
Adicionalmente, a medida que vamos subiendo de gama el porcentaje de Sangiovese en el corte es mayor, y por ende, los vinos tienen menos alcohol, menos color y una mayor elegancia y complejidad. “Nos gusta mucho cómo se mantienen estos vinos en botellas magnum, por eso tal vez en el futuro a Bin Otto lo embotellemos sólo en ese formato”, agrega Santiago.
Rosso D’Uco
Es un corte 70% Sangiovese y 20% Syrah y 10% Merlot. Tanto el Syrah como el Merlot son de viñedos de La Consulta plantados en espaldero y con más de 25 años de edad. Las tres variedades fermentan por separado en piletas de hormigón, y luego del corte, entre un 30 y 50% del mismo tiene una crianza en barricas usadas.
El más “jugoso” de todos. Es floral, con notas especiadas y de fruta negra. Es equilibrado, con la textura rugosa del Sangiovese presente pero a su vez con un paso amable y redondo. Es el que elijo cuando voy a un asado y no conozco bien el gusto de los comensales, pero quiero caer con algo distinto y que seguramente guste a la mayoría.
Nicolò Brunetto
Su nombre es un homenaje al cocinero del Ugolino Garibaldi, el barco en el que viajó el padre de Federico Isgró a Argentina cuando era tan sólo un niño, y que le regalaba a escondidas panes con aceite de oliva para que pudiera alimentarse mejor. En su figura se ven representados aquellos inmigrantes italianos de mitad del sigo XX.
Es un corte conformado por 80% Sangiovese, 10% Syrah y 10% Merlot, todos de los mismos viñedos que utilizan para el Rosso D’Uco. El Sangiovese fermenta en piletas de hormigón, mientras que el Syrah y el Merlot co-fermentan en pequeños bins. Luego del corte, todo el vino realiza su crianza de 12 meses en barricas de roble francés, un 15% nuevas y el resto usadas.
Es mi preferido de BIRA. Un vino elegante y fresco, clásico pero moderno a la vez. De aromas intensos y complejos, donde se destacan las especias como la pimienta y las notas ahumadas de la crianza. Es equilibrado en boca, con una acidez media, una textura de taninos rugosos y una persistencia alta.
Bin Otto
Su nombre hace referencia al bin Nro. 8, el elegido por Federico y Santiago de las más de 30 microvinificaciones que se realizaron en la primera cosecha. Aquí tenemos un 90% Sangiovese complementado con un 7% de Syrah y 3% de Merlot. A diferencia de los dos anteriores, en este caso tanto el Syrah como el Merlot provienen de un antiguo viñedo en parral de más de 70 años ubicado en La Consulta. Las tres variedades fermentaron en pequeños bins abiertos microvinificados. La crianza del corte se realizó 100% en barricas de roble francés de 500 litros, mitad nuevas y mitad de segundo uso.
Es el más “italiano” de la familia. Elegante y austero, sumamente complejo, múltiples capas aromáticas van abriéndose de a poco y nunca terminan. Tiene todo lo que le pidas: rosas, pimienta, té negro, fruta negra… y en boca es un vino de texturas, con los taninos bien presentes pero a su vez con mucha elegancia y con una acidez y una frescura que enamoran. Es Sofía Loren a bordo de una Ferrari.
Bianco D’Uco
En 2022 lanzaron su primer blanco, y como no podía ser de otra manera, es elaborado con una variedad italiana. “Desde el día en que decidimos hacer nuestro Rosso D’Uco, siempre supimos que iba a haber un blanco que lo acompañara”, cuenta Federico.
Bianco D’Uco es un varietal 100% Malvasía, una cepa prácticamente inexistente y muy poco difundida en el país. “Después de mucho buscarla, la encontramos en un viñedo muy antiguo de 1964 en el Valle de Uco”, comenta Federico.
La Malvasía blanca es una variedad que pertenece a la familia de las uvas Moscatel, y se remonta a una historia de más de 2000 años. Se cree nació en la isla de Creta y su nombre mismo es derivado de una ciudad costera griega, Monemvasia, cuyo puerto era muy importante en la época, y sobre todo para el imperio de Venecia. En el mundo se vinifica de múltiples maneras: como vino seco, dulce, espumoso o vinos especiales como el Vin Santo junto a la variedad Trebbiano, en Toscana.
Bianco D’Uco se destaca por su perfil aromático y frescura con notas de flores blancas, durazno blanco y peras, y también cítricas. Es un vino de paso ligero pero con buen cuerpo y de gran persistencia.
Rosa di Rosso
Al año siguiente volvieron a sorprender, esta vez con un rosado. Presentado en 2023, cosecha del año, el Rosa di Rosso nace de viñas plantadas en 1970 en La Arboleda, Tupungato, y en 1965 en La Consulta.
Es un vino sutil, complejo, pero a la vez elegantemente aromático, fresco y persistente. Se elabora mediante el prensado directo de dos variedades poco convencionales para Argentina, como Sangiovese y Syrah, co-fermentadas mitad en tanque de acero inoxidable y la otra mitad en huevos de concreto, con una constante suspensión de las borras finas por 4 meses.
Segunda generación
Representa a los hijos de los inmigrantes. Está compuesta por dos vinos, Tanito y Tano, ambos de base Malbec y con Sangiovese integrando el corte.
Inicialmente, Federico no estaba convencido de tener un Malbec en el porfolio de BIRA, ya que el concepto partía de la base del Sangiovese. En cambio, Santiago pensaba que el Malbec es nuestra identidad y que gracias a él nos conocen y se nos abren puertas en el mundo. La decisión final llegó luego de largas charlas vino de por medio.
“No queríamos hacer un malbec prolijo y estático como suele ser el malbec, tenía que ser un malbec «despeinado». Y además, el Sangiovese tenía que ser partícipe necesario. Por lo tanto, debía ser un corte de base Malbec con algo de Sangiovese”. Así lo cuenta Federico y continúa: “Sabíamos que el Malbec se complementa muy bien con el Cabernet Franc, y que a su vez, éste se llevaba muy bien con el Sangiovese. Lo habíamos comprobado en un Ornellaia, un vino italiano que nos gusta mucho y que es corte Sangiovese, Cabernet Franc y Cabernet Sauvignon. A partir de este conocimiento, comenzamos a realizar pruebas de cortes reemplazando el Cabernet Sauvignon por Malbec, y así nacieron Tano y Tanito”.
Tanito
Es la entrada de gama de la «Segunda Generación». Es un corte de 80% Malbec, 12% Sangiovese y 8% Cabernet Franc. El Cabernet Franc es de Gualtallary y el Malbec de La Consulta. El 30% pasa por barricas y el resto en pileta de hormigón y tiene una crianza de un año en barricas usadas de roble francés, pero no para que imprima las notas típicas de roble, sino más bien para que acompañe esa evolución que permitirá disfrutarlo en el tiempo.
La fruta negra, redonda, prolija y amable del Malbec de La Consulta se complementa con la nota floral y terrosa del Sangiovese y con el Cabernet Franc herbal y ligeramente salvaje de Gualtallary. Esta conjunción de fruta negra, notas florales y herbales redunda en una nariz sumamente atractiva y agradable. Es ágil en boca pero a su vez tiene el carácter que le aporta el tanino de grano fino del Sangiovese, es persistente y con una muy buena acidez. Tanito es un logrado equilibrio entre madurez y frescura. O como diría Federico, “un Malbec despeinado”.
Tano
Corte de 60% Malbec, 20% Sangiovese y 20% de Syrah y Merlot en partes iguales. La diferencia principal está en la selección de la uva y en la elaboración. Para Tano, tanto la fermentación como la crianza se realiza 100% en barricas, con una proporción importante de primer uso.
Es el más “argento” de todos. Un vino intenso, con un muy bien logrado equilibrio de carácter, madurez, frescura y acidez. Fundamental el aporte del Syrah con sus notas cárnicas y la sutil elegancia del Merlot. Un verdadero fuera de serie.
Fuera de estas líneas y como algo único, encontramos Mero Primo. Es un vino de escasa producción y el único tinto 100% varietal. Elaborado con Syrah de un viñedo antiguo de Valle de Uco, microfermentado, de alcohol moderado y que nos recuerda a los grandes Syrah de la Toscana.
Como conclusión, podemos decir que los vinos de BIRA son de alta gama, pero no por la cantidad de meses de crianza en barricas de primer uso, ni por la concentración, ni por la sobre madurez de la fruta, sino más bien por su elegancia, su balance, una combinación de delicadeza y carácter y por su gran equilibrio entre madurez y frescura. Un concepto de alta gama mucho más desafiante y difícil lograr.
Más allá de la lógica diferencia entre los vinos, están atravesados por un estilo bien definido. Cada uno con sus características particulares y ocasiones de consumo, la impronta italiana de esos vinos que Santiago y Federico tanto disfrutan son la columna vertebral y el sello distintivo de los BIRA.
BIRA entendió que su ventaja respecto de las grandes bodegas con mayores demandas comerciales y necesidades financieras, es que al ser un proyecto pequeño, pueden permitirse ser fieles a sus creencias y hacer los vinos que realmente les gustan, y a partir de ahí, buscar cuál es su nicho de mercado.
Esto es fundamental a la hora de entender que los vinos de BIRA lejos están del al perfil tradicional comercial. Son vinos elegantes pero a la vez ágiles, sabrosos y muy disfrutables que están pensados para beberlos hoy, pero que seguramente evolucionarán muy bien con tiempo en botella.
Las identidad en las etiquetas
La identidad visual de BIRA también refleja la pasión y el compromiso de Santiago y Federico con el proyecto. La etiqueta minimalista y elegante transmite la simplicidad y la sofisticación de los vinos que contiene.
El diseño de las etiquetas es austero, sobrio, con la información justa y necesaria. En la familia de la Segunda Generación, Tanito y Tano, sólo figuran el nombre sobre un fondo blanco, y en los de la Primera Generación, son dibujos realizados por un artista mendocino que representan diferentes íconos de la inmigración.
En el caso de Rosso D’Uco, es un típico paisaje de la Toscana y de fondo, el volcán Tupungato. Nicolò Brunetto tiene un dibujo del Ugolino Vivaldi, el barco que en la primera mitad del siglo XX hacía dos rutas (Sicilia – Buenos Aires y Génova – Buenos Aires) y que fue en el que vino el padre de Federico en 1948. Por último, Bin Otto recuerda al Hotel de los Inmigrantes ubicado en el Puerto de Buenos Aires, primer punto de contacto de aquellos que llegaban a nuestro país en aquella época.
Todas ellas son homenajes a esos inmigrantes que llegaron de la campiña italiana trayendo con ellos sus plantas de vid y el conocimiento transmitido de generación en generación para desarrollar las bases de lo que es nuestra actual viticultura.
Una particularidad intencionada es que ninguna de las etiquetas menciona los varietales que componen el corte. Es un estilo de etiqueta más identificado con el Viejo Mundo. Santiago explica el porqué: “Cuando alguien elige un vino europeo no busca la variedad, sino más bien el estilo de vino que quiere beber. Busca por ejemplo un Brunello, un Chianti, un Barolo, y después elige el productor. En BIRA apuntamos a que nuestros vinos se conozcan por su nombre, independientemente de las variedades que los conforman”.
Más allá de esto, en la contra etiqueta colocaron un código QR para que quienes quieran más información puedan obtenerla de esa manera.
El sueño continúa
Si bien BIRA concentra el 90% de sus ventas en el mercado doméstico, ya están exportando a Reino Unido, Brasil, República Dominicana, Perú, Italia, Polonia, EE. UU. y Suecia; y esperan que a mediano plazo el mercado externo se lleve el 70% de la producción. En el mercado interno se manejan con venta directa a través de un staff de vendedores propios.
Pero más allá del crecimiento en las ventas, ambos comparten un anhelo aún mayor:“Nuestro sueño es contar con nuestro propio espacio y poder vinificar estos vinos en toneles. Creemos que los toneles aportan tanto en elaboración como en crianza el punto justo de madera que queremos para nuestros vinos”, cuenta Federico.
El sueño de la bodega propia está presente y hacia allí encaminan sus próximos pasos. Hace un par de semanas concretaron la compra de una finca de 6 hectáreas ubicada en la esquina de Ghilardi y Costa Canal Uco en Paraje Altamira, un lugar verdaderamente privilegiado. «Aquí vamos a plantar y construir nuestra bodeguita, así que estamos sumamente contentos con esto», cuenta Federico.
Y en cuanto al porfolio, muy pronto estarán presentando la novedad de este año: Mero Bianco. Se trata de un blanco que viene a acompañar al Mero Primo y que, según dicen, va a sorprender a muchos. Por último, también aspiran a crecer a partir de una tercera generación de vinos que serían ellos mismos elaborando vinos en Italia. “No queremos hacer cosas nuevas por el sólo hecho de hacer algo. Lo que sumemos tiene que estar en línea con el estilo y el concepto de lo que ya tenemos”, concluye Santiago.
BIRA es mucho más que un proyecto de vinos. Es el resultado de los sueños y la dedicación de dos apasionados emprendedores que comparten un profundo amor por el vino y un deseo de dejar su huella en la industria vitivinícola argentina. Con cada botella de BIRA, se cuenta una historia de tradición, innovación y compromiso con la calidad, una historia que continúa desarrollándose y sorprendiendo a todos los que tienen el placer de descorcharla. SALÚ.