Un viaje a Barreal, en el Valle de Calingasta, a través de la historia de Andrés Biscaisaque y su vino Alfil.
No conozco Barreal. Varias veces estuvo en mis planes, pero cada vez que se acercaba el momento de viajar, algún imprevisto me lo impedía. El año pasado, luego de compartir un asado en casa con el Vasco Biscaisaque, volví a ponerlo en la hoja de ruta de mi próximo viaje. Fecha prevista: marzo 2020. Pero adivinen qué? Bueno, ya todos sabemos lo que pasó.
Barreal es un pequeño pueblo sanjuanino ubicado a 1500 msnm en el extremo sur del Valle de Calingasta, ese valle encantado con forma de ceja de poco más de 70 kilómetros de longitud, que corre de norte a sur encajonado por la Cordillera Central y la Precordillera.
Climáticamente es un lugar extremo, con una de las mayores amplitudes térmicas de Argentina. Con tan sólo 80 mm de lluvia al año, las viñas dependen de lo que tenga para ofrecerles el río Los Patos, que baja de la cordillera arrastrando sedimentos limosos ricos en minerales. Sus suelos son muy pedregosos con una parte importante de limo, arcilla y arena que van variando en sus proporciones según los caprichos de la Naturaleza.
Si bien no conozco Barreal, siento como si lo conociera. Sus frías noches y sus tardes soleadas, sus suelos pobres y sus paisajes ricos, sus cielos limpios y la Cordillera al alcance de la mano llegan a mi memoria sensorial a través de sus vinos.
Barreal viene desarrollando una viticultura increíblemente cuidada, de respeto por el terruño y la identidad del lugar. Sus vinos son muy particulares, ya que si bien logran buena madurez, mantienen una muy buena acidez y frescura. Con Cara Sur como estandarte, el proyecto de Pancho Bugallo, Sebastian Zuccardi, Nuria Añó (esposa de Pancho) y Marcela Manini (esposa de Sebas), los vinos de Barreal reflejan el carácter de uno de los terruños con mayor proyección del país.
Los proyectos en este lugar son muy personales y de escala muy pequeña. Son productores artesanales con vinos muy pensados y tienen una fuerte impronta del lugar. Podría decirse que más que proyectos vitivinícolas, son proyectos de vida.
Todo el Valle de Calingasta y puntualmente Barreal es un lugar mágico, único en el mundo. Gracias a mi trabajo de andinista conocí mucho lugares de montaña, pero ninguno como éste. Lo elegí como proyecto de vida y lo volvería a elegir mil veces. También es un lugar muy aislado y eso forja a la gente. Te tiene que gustar mucho para vivir acá.
Quien lo cuenta es Andrés Biscaisaque, El Vasco. Un tipo sencillo, de mirada tranquila y sonrisa despierta que eligió Barreal como su lugar en el mundo. El Vasco es andinista. O al menos lo era hasta que se cruzó con el vino. Hasta hace unos años (no muchos) repartía su tiempo entre su escuela de andinismo en Burzaco y los viajes por el mundo para escalar las montañas más desafiantes. Cada vez que viajaba a la Cordillera de los Andes, el corazón le latía con la fuerza que sólo conocen los que tienen una pasión.
Escalar el Alfil
Su vínculo con el vino comenzó en 2013, en uno de sus viajes a Barreal para escalar algunas de las montañas vírgenes del lugar, entre ellas el Cerro Alfil. Amigo de Pancho Bugallo unidos por la montaña y el andinismo, fue en una de esas charlas de fogón que Pancho lo entusiasmó para que hiciera vino.
En 2014 el Vasco volvió a Barreal para ayudar a su amigo en la vendimia y para hacer su primer vino al que bautizó Alfil, recordando aquel cerro que lo había unido al vino. Ese primer Alfil Tinto 2014 fue elaborado con uvas de un pequeño paraje llamado Hilario que está ubicado cerca de Barreal, un viñedo poblacional centenario en el que la bonarda convive con otras cepas mayormente italianas, algunas aún sin clasificar.
En 2015 la vida de andinista lo llevó al otro lado del mundo y se perdió la vendimia, por eso el Alfil 2015 fue elaborado por Pancho. Pero en 2016 se fue a vivir a Barreal para ejercer su profesión de andinista con la firme idea de dedicarse de a poco a la viticultura. Comenzó a trabajar junto a Pancho y Sebas en Cara Sur y aprovechó esa experiencia para aprender de la mano de sus dos amigos.
Trabajar con Pancho y Sebas fue mi escuela. Fueron muy generosos conmigo porque más allá de haber estudiado, mi mayor aprendizaje fue con ellos. Cara Sur colocó a Barreal y al Valle de Calingasta en el mapa del vino argentino.
Andrés Biscaisaque – Los Dragones
Tiempo de crecer
En 2017, el Vasco deja el andinismo para dedicarse full time a la viticultura. Si bien la idea inicial era contar con una hectárea de parras viejas y una bodeguita que le permitiera elaborar mil litros, al sumarse sus hermanos y más adelante algunos inversionistas terminaron conformando un proyecto más grande al que denominaron Los Dragones, en homenaje a otro de los cerros vírgenes de la zona.
En la cosecha 2018 (actualmente está en el mercado) el Vasco decidió darle una vuelta de rosca a su Alfil, tal vez influenciado por su devoción con los vinos de Côte Rôtie: cofermentó la bonarda poblacional con un 3% de torrontés sanjuanino proveniente de una vieja parra del mismo lugar. Utilizó racimo entero y realizó una extracción suave y una maceración larga para luego criarlo en barricas de varios usos.
Alfil Tinto 2018 es un vino más interesante, austero en nariz con un sutil perfume de bonarda en flor y profundo, intenso y lineal en boca, con la fruta crujiente y una delicada textura que invita a rellenar la copa todo el tiempo.
En 2019 el proyecto creció y las barricas viejas cedieron paso a unos flamantes huevos de hormigón buscando vinos más limpios, desnudos y profundos.
Actualmente Los Dragones cuenta con 5 hectáreas propias de las cuales una es de malbec y media de garnacha con miras a seguir plantando este año. Además, están construyendo una bodeguita que les permitirá elaborar 80.000 litros anuales y tienen pensado ampliar la línea con cuatro nuevas etiquetas entre las cuales habrá un blanco, un syrah y un par de malbec.
Buscamos que nuestro proyecto tenga la identidad de la gente que vive acá, que conoce bien el lugar. Tenemos el desafío de comunicar esa visión a la hora de promocionar el Valle y sus vinos.
Los vinos deben ser un reflejo de su lugar de origen y Alfil es la expresión pura del terruño de Barreal, entendiendo por terruño a esa conjunción armoniosa y maravillosa de la Naturaleza con la mano del Hombre. Y aunque no conozca Barreal, pude descubrirlo gracias a que el Vasco embotelló su esencia en el Alfil. Porque el vino es una forma de viajar aún en cuarentena.
Fotos gentileza del Vasco Biscaisaque
Conocí Barreal en 2015 y conocí el Bonarda con un SinFin guarda hace ya varios años. Un varietal muy noble y agradecido. Definitivamente un favorito que se viene fuerte. Gracias por la recomendación! Lo voy a probar en cuanto tenga la oportunidad. Salud!
Me alegro! Se consigue en vinotecas. Salú!