Un recorrido por la historia, los vinos y la experiencia gastronómica de Martino Wines, una bodega de Luján de Cuyo que sorprende por su autenticidad, su jardín con sauces y una cocina que ya fue destacada por Michelin.
Hay lugares que, más allá de lo que ofrecen, te hacen sentir como en casa. Martino Wines es uno de ellos. Ubicada en Mayor Drummond, Luján de Cuyo, a solo 20 minutos de la ciudad de Mendoza, esta bodega combina historia, pasión y una propuesta enogastronómica que invita a quedarse.
La historia de Martino Wines arranca en 2001, cuando Hugo Martino y sus socios adquirieron una finca en Agrelo, con viñedos plantados en 1926. Más adelante sumaron una segunda finca en Barrancas y, en 2013, compraron una antigua bodega construida en 1901, que restauraron con cuidado y respeto por su arquitectura original.
Hoy, quien lleva adelante el proyecto es Fernanda Martino, hija de Hugo, acompañada por un equipo liderado en lo enológico por Virginia Sari, con el asesoramiento del reconocido enólogo italiano Attilio Pagli. Entre ambos construyen un portfolio amplio y con identidad: desde líneas jóvenes como Martino Varietales, hasta etiquetas más complejas como Molteni, Superiore y la línea ícono de terroir: Baldomir.
El predio donde funciona la bodega tiene una energía muy especial. Allí también se encuentra la casa familiar, esa casona de 1901 que, cuando la familia no está, se alquila para hospedajes. Puedo dar fe de que es una joyita ideal para descansar: Equipada con todo lo necesario y un entorno de silencio, verde, y ese aroma a madera vieja que te abraza.
Y al fondo, rodeado de un jardín con antiguos sauces llorones que invitan a disfrutar del vino a su sombra, se encuentra el restaurante. La cocina de Martino Wines Restaurante está a cargo del chef Javier Quinteros y fue recientemente reconocida por la Guía Michelin en su categoría de «Restaurantes Recomendados».
Así que, aprovechando que estaba en Mendoza, me dije: tengo que probarlo yo mismo.



La experiencia de pasos en Martino Wines
El recorrido empezó con un snack de bienvenida que cambia día a día según la inspiración del chef. Ese mediodía fueron tres bocados: Kombucha de té negro orgánico con pétalos de rosa y durazno, Crocante de arroz con pasta de ajo negro y Cannoli de masa 100% calabaza, relleno de castañas de cajú y coronado con una crema de piel de limón.
El maridaje: Martino Pedro Ximénez 2024, proveniente de Junín y Rivadavia, zonas del Este de Mendoza con suelos franco arenosos profundos. En la línea Varietales, Martino Wines busca poner en valor varietales no tradicionales. La Pedro Ximenez es una variedad que históricamente se destinó a vinos de mesa o granel, pero que acá se revaloriza a través de una vinificación cuidada: un 20% del vino fermenta en barrica de roble y luego, un 20% se cría también en barrica, aportándole algo de volumen y estructura en boca. Fresco, fragante, con una boca más voluminosa de lo que uno esperaría.


Primera entrada + Sangiovese
La primera entrada fue una sinfonía de remolacha: baby confitadas, tartar, gel, papel crujiente y un yogur de kéfir casero que sumaba frescura y acidez.
El vino: Martino Sangiovese 2023, una uva reconocida internacionalmente pero poco habitual en Mendoza. Y así como en la Pedro Ximenez el foco está puesto en el proceso de elaboración, aquí está puesto en el blend de zonas. La base está compuesta por uvas de Agrelo y un pequeño complemento de Medrano. Ambas se elaboran y se crian por separado durante 12 meses en barricas usadas, y luego se realiza el corte final buscando reflejar con precisión el carácter varietal. Aromático, jugoso, con una expresión franca y sin maquillaje.


Segunda entrada + Syrah
El segundo paso fue un ramen bien de autor: caldo de dashi, fideos japoneses, hongos, panceta ahumada, huevo mollet, sriracha, cebolla de verdeo y katsuobushi (escamas de pescado que “bailan” al calor).
Acompañado por el Martino Superiore Syrah 2023, elaborado con uvas de la finca de Los Chacayes (1250 msnm). Allí se realiza un raleo del 50% en poda verde y la cosecha es manual. En bodega, el 70% del volumen fermenta en acero inoxidable y el 30% en roble francés nuevo, con battonage de una a tres veces por día durante los primeros 10 días. Tras la fermentación, se unifican las masas y la crianza continúa por 10 meses en barricas nuevas y de segundo uso. Un Syrah intenso, especiado, con carácter y estructura.


Plato principal + Cabernet Franc
El principal fue un filet mignon sobre cake de papa y parmesano, con distintas texturas de cebolla, chips de papas andinas, puré de zanahorias lactofermentadas y aceite de hierbas.
Lo acompañó el Baldomir Single Vineyard Agrelo Cabernet Franc 2019. La línea Baldomir representa lo más alto del proyecto: vinos de Single Vineyard con crianza de 18 a 24 meses en barrica y otro tanto de reposo en botella. En Agrelo, la variedad expresa su perfil más vegetal, con notas de pimiento, pimienta, especias y tomate, tanto en nariz como en boca, y una textura elegante y suave. Una gran postal de la zona.


Postre + Chardonnay
El final fue un postre de masa hojaldrada con manzana, pistacho y cajú, crocante de miel, helado de azafrán, crema caramelo y reducción de vino.El brindis, con un Martino Brut Nature Chardonnay, espumante seco elaborado para ser disfrutado exclusivamente en el restaurante. Frescura, burbuja fina y una despedida perfecta.
Salís de Martino con el corazón feliz. Por lo rico, sí. Pero también por lo auténtico. Porque no hay pose ni marketing vacío. Hay proyecto, ideas, laburo y una forma de hacer las cosas que se siente en cada detalle. Se nota que todo está pensado para que uno disfrute. Sin vueltas. Y cuando eso pasa, no importa si hay estrella Michelin o no. Lo que hay, acá, es alma. Así que si andás por Mendoza y querés un plan que mezcle vino, paisaje, cocina sincera y una sombra bajo un sauce viejo… andá a Martino Wines y después me contás.